Ya llevamos más de un año y varios meses sufriendo el la pandemia y mucha gente empieza ser consciente del engaño en la información del COVID.
Ciertamente desde el inicio de la pandemia, hace ya más de un año, si una cosa ha sido un denominador común durante todo este tiempo ha sido la desinformación. La utilización por parte de las autoridades de los medios informativos en la forma descarada, como hasta ahora nunca jamás habíamos visto.
Porque cierta mente la moral y la ética de los diferentes gobiernos deja todo que desear. Pero también la colaboración absoluta de los medios de comunicación. A ellos hay que atribuirles el mérito vergonzoso de haber difundido el miedo, la inseguridad y la desesperanza.
El engaño en la información del COVID. Aquí nadie tiene la culpa
Distintas organizaciones sin ánimo de lucro basándose en estudios de diferentes organismos ha puesto de manifiesto la campaña de desinformación y de mentiras que nos han presentado. Son muchos los errores y también muchas las contradicciones.
Así afirmaciones que en un principio parecían irrefutables, como el método de transmisión, a los pocos meses ha cambiado de forma drástica.
Pero también hay otras muchas mentiras que todavía nadie nos ha explicado.
Puede que el virus no os haya pillado desprevenidos, pero apuesto de manifiesto una planificación sanitaria, y sobre todo de prevención demencial. No obstante nos han bombardeado con sus campañas de hoy sí dad de ciertos colectivos como sanitarios y fuerzas del orden.
Es cierto que el virus presenta un alto riesgo para pocas personas. Pero el riesgo para la mayoría es insignificante. También existen varios tratamientos disponibles que han funcionado con bastante eficacia.
Las personas más vulnerables han sido las que han recibido menos atenciones como es el caso de la residencias. La mayoría de las campañas de miedo y los confinamientos exigidos no ha sido eficaces.
La ineficacia a la hora de manejar la situación en la momentos más graves ha sido lamentable por parte de los gobiernos y administraciones, que se han limitado a ir dando palos de ciego según tomaban decisiones los países vecinos.
Las personas asintomáticas y los jóvenes no son los principales transmisores impulsores de la enfermedad.
