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Las mascarillas son el gran negocio de el siglo XXI. La contaminación por el negocio de las mascarillas es el gran problema en estos momentos.
Al margen de la valoración que hagamos por las desgracias de los fallecimientos a causa del coronavirus hay otra pandemia oculta que es la contaminación oculta que está suponiendo las medidas adoptadas por las diferentes administraciones.
Porque en efecto comenzamos la crisis de la pandemia con la obligatoriedad de los guantes protectores. La demanda se multiplicó por miles en apenas unas horas. Nadie planteó de forma seria el problema que iba a suponer el reciclaje de esos millones de toneladas de plástico que, en la mayoría de los ocasiones, solo tendría un solo uso. No paso mucho tiempo para que los mismos que aconsejaban y obligaban al uso de guantes, desechada su utilización por considerarlos apenas efectivos.
Luego le tocó el turno a los hidromasajes o geles desinfectantes. O acaso nadie recuerda en los comienzos el consejo de que un lavado de manos en profundidad era el mejor remedio. Pues parece que no. A los pocos días en lavado de manos tenía que Complementado con el uso masivo y repetitivo de los geles desinfectantes.
La contaminación por el negocio de las mascarillas. Millones y millones por detrás
Y cuando ha pasado un año desde el comienzo de la pandemia en España se comienza hablar de la contaminación por las mascarillas. Según algunas fuentes las mascarillas quirúrgicas, las más utilizadas, son un desafío a las leyes de responsabilidad productiva. Se está produciendo un ataque en gran escala de la economía circular. Ya que este tipo de mascarillas, de De apenas cuatro horas de vida, aparte de incinerar las hay pocas cosas que se pueden hacer para acabar con ellas. Es un caso claro de el tipo de residuo con una complicada fase de reciclaje.
El negocio de las mascarillas puede ser un hito en la historia de las ventas. Quizás sea uno de los únicos productos que en menor tiempo han conseguido mayor número de ventas. Simplemente imaginen una población de más de 7.500 millones de personas utilizándolas de forma recurrente.