En los últimos meses nos llegan muchas preguntas sobre el agua embotellada que nos obligan a continuar haciendo comentarios sobre este tipo de agua.
En comparación con el agua del grifo el agua embotellada soluciona algunos problemas pero sin duda también crea otros nuevos. El proceso de embotellado permite mantener la esterilidad del agua sin necesidad de añadir productos químicos. De este modo no es necesario añadir cloro al agua. También se evitan otros contaminantes al no tener que llevar el agua a los hogares a través de tuberías en dudoso estado, en muchos casos.
Por otro lado hay que pagar un precio significativo, tanto en términos de precio por botella, como en efectos en el medio ambiente. En lo que se refiere al primer punto hay que valorar los importantes costes de energía que supone trasladar el agua desde su fuente hasta el consumidor, en ocasiones viajando hasta miles de kilómetros por varios países. También hay que valorar la energía e hidrocarburos utilizados para la producción de las botellas y su posterior eliminación, sobre todo el coste ambiental si son enviadas a vertederos o se tiran directamente en cualquier lugar.
No obstante la normativa relativa a agua embotellada varía mucho de un país a otro y en muchos lugares no se aplican los más mínimos umbrales de calidad. Un grupo de trabajo Ambiental en Estados Unidos, allá por el año 2008, publicó distintos informes mostrando con pruebas como el agua embotellada no es necesariamente más segura que la del grifo. Entre las marcas estudiadas se encontraron 39 contaminantes que iban desde los residuos de fertilizantes hasta disolventes industriales. En dos de las marcas los contaminantes excedían los establecidos por la normativa sanitaria estatal.
El estudio tuvo un amplio eco en la sociedad norteamericana. Como consecuencia un gran número de restaurantes importantes comenzaron a servir agua del grifo en vez de embotellada.